Antes de nada, os propongo un juego.
Encuentra todos los gomets que otra persona te pegue en la cara sin mirarte en el espejo.

El sentido propioceptivo se refiere a la información sensorial y la retroalimentación que nos dice acerca de la posición del cuerpo, el movimiento y la sensación de dónde te encuentras en relación con el espacio que te rodea.
El sistema propioceptivo se localiza en nuestros músculos, tendones y articulaciones. Sin este importante sistema, no sabríamos dónde están las diferentes partes de nuestro cuerpo cuando no miramos cada parte.

Para darte un ejemplo, cierra los ojos y con ambas manos y tócate las orejas. Fuiste capaz de hacer esto sin ver dónde estaban tus orejas debido a la entrada propioceptiva: la relación de donde están tus orejas con la colocación y el movimiento de tus manos a través del espacio.
La propiocepción se trata de la conciencia del cuerpo, y TODOS los niños necesitan esta conciencia para un desarrollo apropiado. Así que si el sentido propioceptivo no está recibiendo o interpretando la información correctamente, entonces hay una disfunción propioceptiva.
También existe una relación de la integración sensorial (sistema propioceptivo) con el aprendizaje escolar.


A veces, cuando un niño está procesando de manera imprecisa estímulos de su entorno o de su propio cuerpo, puede haber patrones que emergen mostrando comportamientos de «búsqueda sensorial» o de «evitación sensorial».
Cuando un niño tiene un sistema propioceptivo deficiente:
Es torpe, se cae, se golpea.
Se tropieza con sus pies al caminar.
Le cuesta subir o bajar los escalones.
Le cuesta vestirse, desvestirse, lavarse «por todos lados», no se pone bien el abrigo.
Le cuesta dosificar los movimientos.
Algunas estrategias que se enumeran a continuación son orientativas, deben seguirse respetando y teniendo en cuenta el estado emocional y evolutivo en el que el/la niño/a se encuentre.
Realizar circuitos en casa que impliquen actividades corporales como trepar, saltar, arrastrarse, rodar, hacer flexiones…
Acudir a parques de ocio infantiles con piscinas de bolas, túneles, toboganes, cuerdas, rocódromo…
Pedirle, siempre que sea posible, que nos ayude a mover objetos pesados o empujar cosas como las sillas o el mobiliario de la casa (retirar sofás o mesas cuando haya que barrer o aspirar).
Lanzar pelotas a canasta colocando algo de peso en sus brazos.
Ayudar en la compra llevando la cesta con productos de peso o colaborar en empujar el carrito.
Actividades acuáticas como nadar en la piscina.
Jugar a los “abrazos de osos”, a aplastarse con cojines grandes, con mantas de peso…
Caminar por superficies inestables o con terreno abrupto que impliquen gran esfuerzo muscular.
Utilizar plastilina para aplastarla, haciendo fuerza con sus manos y para pellizcarla, haciendo fuerza con sus dedos.
Los masajes con presión.
Hacer juegos de percepción corporal sin utilizar la vista, por ejemplo, averiguar en qué parte del cuerpo se le ha tocado, en qué posición se encuentra su brazo, que se toque su nariz…
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